jueves, 18 de febrero de 2010

Tres poemas de Franco Vaccarini



No necesito la sal
la espuma; no necesito
la uña roja de aquella luna
la marea de remontar corazones.
Ya está.
Ya estás.
El mar se llenó de peces.
No falta una bendita cosa
en este mundo
y todo nos pertenece ahora;
es nuestro el día
y también la noche.
El aura lejana de las ciudades
que apenas nos conocen
los cuartos blancos que visitamos
en noches oscuras
la primera vez
el carruaje cargado con los cajones del miedo
la estaca de madera
y la risa
y los ecos de la risa
las agonías del paraíso
el descubrimiento de otros soles y otras lunas.
Todo nos pertenece
salvo nosotros
nosotros que todavía hablamos
a través de una pared
como los amantes de Babilonia.


No

No hay mensajes.
Está vacío.
El mundo, sin embargo,
permanece idéntico a sí mismo.

Ahora que conozco tus secretos
te vuelves secreta.

Y todo está igual,
pero vacío.


Tal vez

Tal vez ahora mismo
un oráculo nos defiende
un adivino predice
vientos favorables ahora mismo.
Tal vez
haya maniobras
de los acechadores del tiempo
para urdir ahora mismo
un camino que podamos nombrar
como Nuestro Camino –ahora mismo–.

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