jueves, 24 de enero de 2008

maras y otros parientes

Los vi pasar admirado, allí estaba tan altos e inmemoriales, un caballo montado y una yegua sin jinete en la noche, se oyó un trueno lejano y se alarmó la yegua, no así el caballo, ella hizo un amago de encabritarse, se puso casi de pie un instante como si fuera un monstruo, las dos patas delanteras alzadas como para caer sobre mí y golpearme la cabeza con sus cascos fantásticos y desplomar el peso de su cuerpo inmenso, una muerte horrible, una muerte ridícula. La amenaza no duró nada, el jinete la aplacó en seguida, con una sola voz y un solo movimiento. Una yegua en la noche, eso es lo que muchos creen, hasta los propios ingleses, que significa su palabra nightmare, cuya traducción correcta es “pesadilla” pero que literalmente parece querer decir “yegua de la noche o nocturna” y no es así sin embargo, también eso lo estudié de joven, y el nombre mare tiene dos orígenes según vaya solo o con la palabra “noche”, cuando se refiere a la yegua viene del anglosajón mere, que significaba eso mismo, y en la pesadilla la procedencia es en cambio mara si mal no recuerdo, que significa “íncubo”, el espíritu maligno o demonio o duende que se sentaba o yacía sobre el durmiente aplastándole el pecho y causándole la opresión de la pesadilla, comerciando a veces carnalmente con él o ella aunque si es con él el espíritu es femenino y se llama “súcubo” y está debajo, y si es con ella es masculino y entonces sí es íncubo y se pone encima: pese yo mañana sobre tu alma, sea yo plomo en el interior de tu pecho que te lleva a la ruina, la vergüenza y la muerte, quizá la banshee que anunciaba con sus gemidos y gritos y cánticos la muerte en Irlanda había pertenecido a este género, en mi caminata había visto a alguna vieja harapienta y errante, tal vez una banshee que todavía no sabía a qué hogar dirigirse esa noche para entonar su lamento, tal vez se encaminaría al que fue una vez mío, yo ya no vivía allí y estaba por tanto a salvo, pero no lo estaba Celia por que aquella seguía siendo su casa y ahora no estaba allí sola, me había dicho, sino que comerciaba allí carnalmente. Pensé todo esto muy rápido mientras se alejaban el caballo y la yegua dejando la estela de su olor penetrante y llevándose su ruido de infancia hasta quién sabe cuándo, la superstición es sólo una forma como otra cualquiera de pensamiento, una forma que acentúa y regula las asociaciones, una exacerbación, una enfermedad, pero en realidad todo pensamiento está enfermo, por eso nadie piensa nunca demasiado o casi todos procuran no hacerlo.

Mañana en la batalla piensa en mí de Javier Marías (Madrid: Alfaguara, 1997, pág. 287-288).

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