viernes, 4 de abril de 2008

a propósito de Con toda intención de Charlie E. Feiling

Tuve suerte. Con esta, ya van dos veces o más… no sé. Más bien es una sola suerte, una suerte de plurisuerte, con un mismo origen y distintas derivaciones.
A saber: tuve la suerte de que Siemprelista, como vocera de papanuél, me trajera un libro maravilloso: un compilado de textos de Charlie Feiling.
Con permiso de Gabriela Esquivada, debo decir que amo a Charlie. Mucho lo amo, como desde el día en que lo conocí. (Aclaro que no lo amo como se ama a alguien que es de tu sangre o con quien querrías dejar herencia, pero que uno siente que no alcanza ninguna otra palabra para describir el sentimiento.)
Hay poca —muy poca— gente de la que uno pueda decir que tuvo la suerte de conocerla. Verdad? (alguna vez alguien dirá eso de mí? Ojalá…). Y yo tuve la suerte (originaria) de anotarme en un curso en el Rojas y tuve la suerte de que lo diera Charlie y me gané un pasaje a la inteligencia, con visita guiada.
Tuve la suerte de ser una de las personas cuyas agudas preguntas morigeraron un poco la obcecada perfidia de sus opiniones en aquel cursito, que derivó en una antología editada por Ameghino.
Para que se entienda la importancia: en mis años de “vida intelectual” allá afuera, no recuerdo muchas más situaciones con semejante suerte. Elegir un curso sin saber nada y caer en la cabeza de este tipo que, como dice Fresán en su prólogo, es la inteligencia. Rodrigo dice que es y no era, pero la desaparición física de Charlie nos (me) impide muchas cosas. La leucemia nos cagó la novela de fantasy de Charlie y el curso que sobre ese género nos iba a preparar. Nos (me) dejó tan solo esas clases, menos de un año de saber que existía antes de que se lo llevara. Y me dejó su voz grabada en mi cabeza diciendo “el Tom Jones de Henry Fielding” (es como la voz de Aliverti, pero anglotone). Cuando se lo conté a Fogwill (Gil Wolf, para el caso), él creyó que yo lo tenía grabado a Charlie hablando y me pidió que le pase la cinta, porque Gabriela estaba desesperada, buscando hacer perdurar su voz, rebobinando el cassette del contestador automático para volver a escucharlo over and over, a asirlo. (Hasta donde sé, se amaban intensamente, como si hubiera any other way with him. Dijo él de ella que se había enamorado para siempre.)
Si Dios existe es un descuidado o un grasa al que no le gusta la competencia…
Me dan ganas de llorar. Miro sus ojitos que te miran desde la tapa y se me cierra la garganta.
En estos (10) años pasaron muchas cosas, pasó mucha gente importante. Gente que sigo viendo y me da una alegría inmensa que así sea (como Siemprelista o Hans, claro); gente que volví a ver 10 años más tarde y supongo que hasta dentro de 10 no los vuelvo a ver; y gente que no voy a poder volver a ver nunca, como Charlie, pero que sigue teniendo el mismo peso que supuse tendría allá lejos y hace tiempo. Y esto lo digo en plena sorpresa de haber terminado de leer el libro y no poder creer que no tiene fisura.
Un tipo que se decide por la escritura en vez del claustro; que dice que no hay que callarse —aún haciendo crítica literaria en la Argentina— y que no se calla (cuántas veces una persona en un diario firma un texto en el que habla mal de Sábato o de Soriano? El boludo de Panesi lo hace en su cátedra de Filo, pero es un comentario que se emparda a que hable mal de una autora mujer como Mastretta solo porque es mujer (y él no, tal mi teoría), lo que deja fuera de concurso la valentía y la acuesta a dormir la siesta del claustro).

Pasan los años y siguen siendo raros los personajes como Charlie.
Pasan los años y sigue vigente.
Pasan los años y el amor que despierta sigue intacto.
Para Charlie no pasan los años…

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