La ciudad muy abierta, muy vacía, muy en altura, con barrancas. Otoño.
Estamos en un pabellón vidriado, cual niños de colonia, el “pabellón de la leche”. Comemos: pescado o croquetas de arroz, tal vez filet a la romana. Suni, a mi lado, flirtea con una chica de su edad, muy bella.
De pronto, sobre el pabellón unos seres rojos, diablescos, toros. Entran al pabellón y se nos enciman; nosotros estamos contra uno de los lados (el pabellón es rectangular, angosto y largo). No nos hacen nada, solo imponen su presencia.
Empezamos a ver afuera una procesión de sus líderes, vestidos alla Moebius (cortado, globito, onírico). Pasan; los bichos se retiran de nuestro lado.
Todos quedamos asustados: estamos invadidos.
Me voy. Voy a visitar a la señora Tram. Entro en su casa, subo al segundo piso: mucha vista, casa angosta, vista de ciudad vacía. Le digo que cierre con llave. No sabemos qué puede pasar.
Salgo. En una barranca, entro al local de Fen. Voy al fondo, al cuartito. Dejo un DVD de de una película que traigo en la mano. Me encuentro con un tipo (creo que es bicho, pero resulta que no). Hablamos de los bichos (¿Te hicieron algo? Solo te rozan, te tocan, pero nada. No harm).
Dejo el cuartito y me estoy yendo del local y me cacha Fen. Me dice que no me vaya, que está la cena. Yo estoy tan quemada que hice todo en automático: ni recuerdo haber ido ahí (¡yo no alquilé una película!). Nos abrazamos.
Me lleva abajo, donde hay gran reunión de conocidos. Nos juntamos a disipar el temor, dicen. Hay poco lugar. Hay empanadas y bebida rebajada con soda de sifón. Es un espacio más alto que el resto de la barranca y por la ventana se ve que es un terreno largo, con dos tiras de techitos en zig-zag y con ventanas en cada V de los techitos. Una especie de pulmón de manzana. Está protegido. Está Nil. Hablamos de que tienen plantitas.
Me despierto. Él está ahí. Con eso alcanza. Y con poner llave.
[29-11-10.]
En defensa de la educación y la ciencia
Hace 3 semanas
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