que se llamaba Carmiña;
quería ser marinera,
alpinista o ingeniera.
Le gustaba dibujar,
jugar al trompo y bailar.
Fue por dar un buen discurso
presidenta de su curso.
Y también fue directora
del grupo de redactoras
de una importante revista
de tendencia feminista.
Así Carminña creció
y un día se enamoró
de un gran revolucionario
que salía en el diario.
Se llamaba José Luis
y su apellido era Ruiz.
Él se quería casar
y ella se puso a pensar
en algunas condiciones
para tomar decisiones.
Mientras se fumaba un puro,
él le habló sobre el futuro:
quería una esposa sin par,
una reina del hogar,
que lave, planche y cocine,
y que, cuando él llegue, lo anime
con su charla interesante
y esté linda y elegante.
Que sea sacrificada
buena madre y abnegada.
El sería responsable
de traer dinero contable
y ella sería feliz
“Doña Carmiña de Ruiz”.
Ella le habló sin premura
con la mano en la cintura.
-Yo soy Carmiña Bellido,
no llevaré tu apellido.
Los dos vamos a afrontar
las labores del hogar.
Soy una buena ingeniera
no dejaré mi carrera.
Seré lo que quiero ser,
porque soy una mujer.
José Luis Ruiz, asustado
quedó un tanto anonadado.
Mas como era inteligente,
muy sensible y consecuente
tomó la sabia decisión
llegando a la conclusión de
que hombre y mujer son iguales
para colmo de los males.
Y se casaron felices
aunque no había perdices.
Aquí termina la historia
para la eterna memoria
de esta simpática niña
que se llamaba Carmiña.
[La autora es boliviana y el texto se publicó entre los materiales del Plan Nacional de Lectura argentino bajo el lema "El Mercosur lee". Nos lo leyó Alicia Diéguez en el seminario de Lidia Blanco 2011.]
1 comentario:
Me encanta! Lo leí cuando era pequeña entre los materiales de Mercosur Lee. Esta historia marcó mi manera de pensar en el transcurso de mi crecimiento. Y ahora se las leo a mis sobrinitas :D
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