Sentados en corro merendábamos, besos y porros
y las horas pasaban deprisa entre el humo y la risa.
Te morías por volver, con la frente marchita cantaba Gardel
y entre citas de Borges, Evita bailaba con Freud,
ya llovió desde aquel chaparrón hasta hoy.
Iba cada domingo a tu puesto del Rastro a comprarte
carricoches de miga de pan, soldaditos de plata.
Con agüita de un mar andaluz quise yo enamorarte
pero tú no tenías más amor que el del Río de la Plata.
Duró la tormenta hasta entrados los años ochenta
cuando el sol fue secando la ropa de la vieja Europa.
No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió.
Mándame una postal de San Telmo, adiós cuídate,
y sonó entre tú y yo el silbato del tren.
Iba cada domingo a tu puesto del Rastro a comprarte
monigotes de miga de pan, caballitos de lata.
Con agüita de un mar andaluz quise yo enamorarte
pero tú no tenías más amor que el del Río de la Plata.
Aquellas banderas de la patria de la primavera
a decirme que existe el olvido esta noche han venido.
Te sentaba tan bien esa boina calada al estilo del Ché.
Buenos Aires es como contabas, hoy fui a pasear
y al llegar a la Plaza de Mayo me dio
por llorar y me puse a gritar ¿donde estás?
Y no volví más a tu puesto del Rastro a comprarte
corazones de miga de pan, sombreritos de lata.
Y ya nadie me escribe diciendo No consigo olvidarte,
ojalá que estuvieras conmigo en el Río de la Plata.
Y no volví más a tu puesto del Rastro a comprarte
carricoches de miga de pan, soldaditos de lata.
"... los seis agazapados en torno al sabroso volátil. Como siempre, yo abrí el banquete comiéndome la rabadilla. La ceremonia umu takapu empezaba a serme harto familiar, pero nunca me resultó tan alegre como aquella noche."
Aku-Aku: el secreto de la Isla de Pascua, de Thor Heyerdahl, traducción de Antonio Ribera, Barcelona: Juventud, 1959.
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