miércoles, 21 de marzo de 2012

"El haitiano", de Sandra Siemens

Y Sandra dice, en el Día de la Poesía:


Y qué va a pasar con usted.
Creo que voy a morir, dice el haitiano.
Si rebobinara la cinta podría imprimirle otra frase a ese mismo tono.
Y qué va a pasar con usted.
Creo que voy a quedarme afuera, parado, hasta empaparme bien de lluvia.
Y qué va a pasar.
Creo que tiene que llover.
Qué.
Creo que tiene que llover. Que hace años que no llueve. Creo que hace años que no muero. Creo que voy a morir porque hace años que no llueve y ya no va quedando nada para comer.
Qué va a pasar con usted.
Creo que voy a llover porque hace años que no como y ya no va quedando nada para morir.
Rebobino.
Cuánto cuesta su muerte, haitiano. Cuánto de leche, cuánto de arroz, cuánto de azúcar. ¿No puede usted cortar caña para morir después, más tarde?
No puedo. No se puede.
¿Puede usted calcular cuánto de arroz cuesta su muerte? ¿Puede calcular con exactitud cuántos platos al mes cuesta su muerte? ¿Sabría decir si su muerte cuesta la misma cantidad de arroz que la de un ceilandés o la de un peruano o la de un mapuche? Qué va a pasar con usted.
Creo que voy a morir. Creo que tiene que llover. No sólo lluvia tiene que llover.Tiene que llover de todo porque ya no va quedando nada para morir y tengo que comer y no se puede ir a cortar caña.
Rebobino. Qué expresión tiene la cara del haitiano que dice que cree que va a morir.
Expresa seguridad. Sus ojos, su boca, su nariz expresan seguridad en lo que dicen.
Habla parco. Naturalmente. Con la certeza absoluta que le concede la experiencia, dice lo que va a suceder. Dice que cree que va a morir con la misma naturalidad que podría decir que cree que va a llover.
Por qué.
Porque ya no va quedando nada. No alcanzan los platos de arroz para cubrir el costo de mi lluvia. Porque ya es vieja mi lluvia y cansada, que cuesta dos platos menos que un peruano o un vaso de leche más que un ceilandés, más o menos como un mapuche.
¿Es indefectible?
El haitiano mira el vacío. Se queda pensando. Cuánto hace que no muere. Hace cuánto que no muere y tiene que comer porque ya no va quedando nada para llover.
No contesta el haitiano.
Entonces, qué va a pasar con usted.
Creo que voy a morir.
¿Notará alguien la lluvia? ¿Cuánta lluvia tendría que caer para que alguien notara que ha llovido usted? ¿Tiene sentido que usted coma porque ya no va quedando nada para morir y tenga que llover indefectiblemente? ¿Cree que alguien lo notará? Qué va a pasar con usted.
Creo que voy a quedarme afuera, parado, hasta empaparme bien de muerte, hasta que pare de comer mi lluvia que cuesta dos platos menos que un ceilandés o un vaso de leche más que un mapuche, más o menos como un peruano.
Una pregunta más. Cuánto arroz cree usted que cuesta la muerte de un ministro.
El haitiano mira el vacío. Está pensando.
No todas las muertes se miden de la misma manera. Hay muertes que no se miden en arroz ni en azúcar ni en leche.
En qué se miden.
No me imagino.
Y qué va a pasar con usted.
Creo que voy a morir, dice el haitiano.