Dice María Elena:
"Uno hace lo que puede con sus muertos, pero siempre pesa cargar con fantasmas, nos pasamos la vida buscando dónde ponerlos. La ilusión de que están en el cementerio y nos escuchan. Sus visitas a los sueños, de donde siempre tienen que regresar a alguna casa apenas reconocible".
Y más adelante, cita a Marguerite:
"Aceptar que tal o cual ser, a quien amábamos, haya muerto. Aceptar que este o aquel ser no sea más que un muerto entre millones de muertos. Aceptar que este o aquel, vivos, hayan tenido sus debilidades, sus bajezas, sus errores, que nosotros tratamos en vano de encubrir con piadosas mentiras, un poco por respeto y compasión de ellos, mucho por compasión de nosotros mismos, y por la vanagloria de haber amado solamente la perfección, la inteligencia o la belleza. Aceptar su independencia de muertos, no encadenarlos, pobres sombras, a nuestro carro de vivos. Aceptar que hayan muerto antes de tiempo porque no existe el tiempo. Aceptar nuestro olvido, puesto que el olvidar forma parte del orden de las cosas. Aceptar nuestro recuerdo, puesto que, en secreto, la memoria, se esconde en el fondo del olvido. Aceptar incluso --aunque prometiéndonos que lo haremos mejor la próxima vez y en el próximo encuentro-- el haberlos amado torpe y mediocremente". (Marguerite Yourcenar.)
En defensa de la educación y la ciencia
Hace 1 mes
No hay comentarios:
Publicar un comentario