19 y 20 de diciembre de 2001. Pasaron 10 años.
Pasaron y
me pasaron tantas cosas en estos 10 años. Mi vida profesional "oficial" empezó el 5 de noviembre de 2001, mes y medio antes de eso. Por suerte, mi vida iba al revés del país: empresa multinacional que se venía a hacer la América en plena crisis. Sacando a la S.A. de esta historia, el grupo de gente que se armó ahí adentro es una de las mejores cosas que me pasó en la vida. Gente hermosa con la que nos seguimos juntando. Gente profesionalísima de la que aprendí el 80% de lo que sé hoy sobre mi
metier, durante casi 6 años. Digo esto, porque esa gente hizo que fuera posible levantarse todos los días y tomarse el colectivo para ir a la oficina: fue el lugar de contención, el lugar de supervivencia para mi almita, que iba,
borderline, de un lado al otro. (La locura nos visita de cerca mucho más de lo que nos atrevemos a considerar.)
39 muertos por la represión estatal y paraestatal.
Me acuerdo perfecto de rogarle a mi amigo (para que, a su vez, le rogara a mi ex novio) que no fueran a la Plaza, que esos mierdas tiraban a matar. Fueron igual, claro. Yo lloraba en mi casa, mientras le pinchaba alfileres en los ojos a las fotos de De la Rúa y Duhalde que había clavado en mi biblioteca. Lloré dos meses seguidos, me agarré una conjuntivitis, qué sé yo. No podía ni respirar. Ese verano, cuando me fui de vacaciones, unos amigos vinieron a regar las plantas y vieron las fotos pinchadas: no sabían si reírse o asustarse de mi estado mental, me confesaron a la vuelta.
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Placa en la 9 de Julio. Foto que tomé en la marcha de este 24 de marzo de 2011. |
El 26 de junio todavía iban a matar a Kostecki y a Santillán. A fines de 2002, un evento de la empresa se hizo en una biblioteca popular de San Telmo. Ahí laburaba uno de los pibes baleados en la represión (
acá su historia), a quien el gobierno de Ibarra le había conseguido el trabajo. Era (es) igual a ese ex novio mío que fue a la Plaza: me dio una impresión bárbara.
En la radio, este sábado Aliberti pasó audios de ese momento: no se puede no llorar al escuchar a De la Rúa declarado el estado de sitio. A la gente gritando desesperada. Pasa también esta canción y me reconecto.
El fin de 2002 lo sobreviví gracias al disco de León Gieco, que me regaló mi hermano (y que le regaló, creo, al resto de mi flia. también, así como un exorcismo). Vaya, entonces, en este aniversario, la canción que León le hizo al
Pocho Lepratti, el ángel de la bicicleta, cuyo asesinato es símbolo de lo que fue (y lo que es, a no equivocarse) el jodido proyecto de mierda de la derecha para este país:
PD: Esto lo escribí el sábado y me quedo pensando que varias de estas cosas ya las dije. Hoy, 19, es así. Salgo del subte en 9 de Julio y Avenida de Mayo y están las gigantografías de
la muestra de los reporteros gráficos de ARGRA: mazazo en la cabeza, quedo clavada en el semáforo sin poder dejar de mirar, al borde de las lágrimas. Sensación original, cual magdalena de Proust. Tardo en cruzar la larga avenida, en cada semáforo miro otra tanda de fotos. Nuevas escenas, viejas escenas: debajo de cada gigantografía hay un cana, parado a la sombra. Es para una nueva tanda de fotos: cana guarda foto de cana reprimiendo. ¡Oh, la ironía! Otra escena, en el último islote a cruzar de la 9 de Julio, en la fuente preciosa que hay, cuatro adolescentes se bañan (no de chapuzón, de higienizarse como hace usted en la ducha de su casa). Muchas personas se bañan ahí siempre: los que no tienen dónde bañarse como estos pibes en situación de calle. Entonces, mucho cambió en 10 años y mucho otro no: la ciudad (y todos los otros derechos) siguen siendo solo para algunos.