—Mejor que una hija, si me lo preguntan —dijo Bert.
—Seguro, porque lo que quiere decir Bert es que ya sabríamos las historias de nuestras propias hijas, y tú en cambio no cuentas historias que nunca hubiésemos escuchado.
—Eres más entretenida que una hija propia —dijo Bert.
—Que no podíamos haber tenido —dijo Evie.
—Es una lástima —dije.
—Echas de menos tu hogar ¿verdad? —preguntó Evie.
Rompí a llorar. Sabía que mis padres regresarían a casa algún día pero, entretanto, sí echaba de menos mi hogar. No mi hogar con el tío Jack, a pesar de lo bueno que era, sino mi propio hogar, con el sonido de los pasos de mamá en la mañana mientras estaba todavía en la cama, y el sonido de mi padre cuando llegaba de noche. Evie lloró también, diciendo que echaba de menos el niño que nunca había nacido. Yo había estado comiendo galletas acarameladas de fideos chow mien (receta a continuación) continuamente desde que llegué de la escuela, y de repente me arrepentí de las ocho o nueve últimas.
—Pero no estoy triste todo el tiempo —sollocé un rato después, cuando pude respirar. Ya habíamos terminado casi una caja de pañuelos faciales—. A veces siento estallidos de alegría.
—¡Yo también! —sollozó Evie—. Puedes sentirte tan deprimido como una persona totalmente vencida y, sin embargo, sentir alegría en tu corazón. La alegría vive como una de esas cosas que giran, ¿cómo es que se llaman, Bert?
—Giroscopios —respondió Bert.
—Él siempre sabe lo que quiero decir. Un giroscopio en el pecho. No parece guardar ninguna conexión con las circunstancias, buenas o malas.”
[Todo sobre un wafle (Everything on a Waffle), Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2002.]